El pasado domingo asistimos a un
espectáculo bochornoso protagonizado por Sebastian Vettel. El vigente campeón
del mundo desobedeció las órdenes de su equipo en busca de su propio beneficio.
En vez de mantener la posición tal y como le indicaron por la radio, el piloto
alemán presionó a su compañero Webber hasta el límite. Ambos compañeros se
vieron envueltos en un pique que hizo temblar a más de uno en el muro de Red
Bull. Al final, Vettel se salió con la suya. Antepuso sus intereses personales
al interés del equipo, adelantó a Webber y logró la victoria.
Aquí se abriría nuevamente el
debate de órdenes de equipo si, órdenes de equipo no. No me gustan, solo tendrían
justificación en situaciones muy concretas y no creo que en la segunda carrera
de la temporada tengan sentido. Pero esa es otra historia, aquí lo que ha
pasado ha sido que una vez que la orden está dada, Vettel, en un acto de rebeldía
decide pasar por encima de su compañero de equipo y de sus jefes y hacer oídos
sordos a la orden dada. ¿Consecuencias? Vettel, ya con la victoria en su
bolsillo, ha pedido disculpas públicamente. Pero el daño ya está hecho. Queda
patente que tiene carta blanca dentro de Red Bull.
Si un trabajador cualquiera
desobedece las instrucciones de su jefe y hace lo que le da la real gana, las
consecuencias serian inmediatas. En el caso de Vettel hablamos de un piloto que
ha crecido entre algodones en el equipo Red Bull. Siempre le han dado todo lo
que ha querido, han pisoteado repetidamente los intereses de Webber en
beneficio de Vettel, incluso cuando ambos pilotos luchaban por el Mundial. En
definitiva, Vettel está acostumbrado a que el equipo trabaje para él, se ha
convertido en un niñato consentido que se cree que está por encima de los demás.
Desobedece una orden de equipo cuando no le beneficia y en cambio, cuando le
conviene como vimos el domingo, suplica por radio que le quiten de en medio a
Webber porque él es más rápido. Un campeón del mundo no debería suplicar por
radio que le aparten a su compañero de equipo, un campeón del mundo debería
saber perder al igual que sabe ganar, un campeón del mundo debería saber velar
por los intereses de su equipo y Vettel no sabe hacer ninguna de las tres
cosas.
Como tricampeón del mundo Vettel
deja mucho que desear. Una lástima, antes le contaba entre mis pilotos
favoritos, cuando era humilde, cuando no se creía el mejor, cuando no alzaba su
odioso dedo. Ahora ya no. Con cada título que ha logrado, Vettel se ha creído más
y más que está por encima del resto. Es un buen piloto, si, pero se ha convertido
en un piloto egocéntrico y prepotente.